“Después de cerca de dos años y medio de cárcel más cuatro y medio de trabajo en una editorial, Zarza lleva siete años limpia y superviviente en una existencia solitaria editando libros de la Edad Media. Pero un día la gravitación de su traumático pasado se desploma sobre su rutina con una llamada amenazante. Así empieza la novela. Esa amenaza y sus sucesivas manifestaciones en el día en que transcurre la acción presente generan una intriga que atrae al lector hasta el final de las 24 horas en que todo acaba por abrirse a una nueva vida.” Ángel Basanta

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Ahora mismo dudo de si leí esta novela cuando me la regalaron en 2001. De todos modos, seguro que la lectura y la interpretación que le hubiera hecho entonces no sería la misma que la que hago ahora. Porque en 18 años se ha muerto mi padre, me he casado una vez, he tenido dos hijos, he pasado por tres operaciones, he llorado en 2190 ocasiones, he sonreído 6570 días, he superado infinitos problemas, aunque me quedan 2 por resolver, y me he levantado como una valiente 4387 veces después de caerme.

La verdad es que cuando hace unas semanas empecé a leer esta novela mientras esperaba en la consulta del hospital, me pareció una historia desfasada. Me recordaba a mis años de voluntaria en el Proyecto Hombre. Parecía que estaba viendo a aquellas chicas delgadas con las que salía a la playa o al cine los sábados, vestidas con vaqueros viejos y jerséis noventeros con el smiley en el centro.

Quizás me pareció retro porque en 2001 el problema de la heroína estaba de moda y ahora, aunque no haya dejado de ser un grave problema, la moda nos lleva al ciberacoso, al sexting, al bullying, a la búsqueda del hijo de Bin Laden, a los audios de Franco o a los reales Decretos.

En cualquier caso, El corazón del Tártaro no está fuera de lugar, aunque se ambiente a principios del siglo XXI y esto ahora nos suene a antiguo. Porque es una novela ágil, bien escrita e inteligente que no sólo cuenta las últimas 24 horas de Zarza, la protagonista. También habla de temas que siempre serán actualidad y preocuparán al ser humano. Son temas que giran entorno a nuestra existencia y a nuestra lucha interna por superarnos y sobrevivir, no sé si en busca de la felicidad.

Rosa Montero, consciente o inconscientemente, ha escrito una historia que nos recuerda a otras novelas clásicas en las que el protagonista tenía que descender a la noche más oscura de Madrid, a los caminos más peligrosos de la Mancha o las profundidades del Infierno.

Sí, Zarza nos puede recordar a Max Estrella, a Alonso Quijano o a Dante. E incluso nos puede parecer que vive el mismo periplo que vivieron estos personajes para superarse, crecer y dar sentido a su vida. Además, la autora también busca un periodo de tiempo cerrado y circular con unos espacios significativos que denuncian las miserias de su actualidad. Quizás para que la protagonista se vea reflejada y no tenga más remedio que coger fuerza y superar la monstruosidad que ve allí dentro del espejo, como les pasó a los héroes de Valle-Inclán, Cervantes o Dante.

Sin embargo, El corazón del tártaro es una novela única, tiene su propia alma y respira sola. En ningún momento, aunque me haya recordado la estructura, los tiempos o el espacio a otras obras, me ha parecido que plagiaba a sus maestros. Además, me ha hecho gracia la metáfora del Rubik porque vuelve a estar de moda, aunque puede que haya abusado y lo mencione en exceso. También me ha parecido extraordinario el uso de los símbolos alegóricos de la Reina y la Blanca o el paralelismo de su historia con la leyenda medieval El caballero de la rosa. Podría decir que este paralelismo de la obra con el cuento medieval es lo que al final me hizo pensar que la novela no estaba desfasada. Tantos siglos de distancia entre ambos y, sin embargo, tan cerca. Supongo porque las historias se repiten con sus muertes, con sus amores, con sus enfermedades, con sus caídas, pero también con sus victorias.

Porque, ¿qué separa a una dama medieval encerrada en una torre suspirando por su amor y su vida de una mujer contemporánea subiendo y bajando cada día montañas de silencios, recuerdos y sonrisas? Nada, quizás unas páginas.