Ensayo

El tejado de vidrio, Andrés Trapiello

El tejado de vidrio es uno de los tomos de la colección: Salón de pasos perdidos, conjunto de diarios que el autor ha subtitulado “Una novela en marcha”, publicados todos ellos en primicia por la editorial Pre-Textos, y que lleva escribiendo desde hace más de veinte años.

La colección no sigue un orden cronológico, sin embargo, la publicación de cada tomo es muy esperada entre sus lectores. No es fácil que este tipo de literatura cree tanta expectación, por lo que se deduce que la originalidad reside en lo que cuenta y cómo lo cuenta.

Andrés Trapiello nació en 1953 en Manzaneda de Torío, León. Además de poeta y escritor, también es editor y ha colaborado en alguno de los periódicos más importantes del país. Ha recibido muchos premios y es uno de los literatos más importantes del panorama literario actual.

La lectura de los diarios se puede abordar desde muchos puntos de vista y formas. Para mí ha sido como estar de tertulia con alguien. Los temas fluyen sin darte cuenta y pasan de un extremo a otro con una prosa sencilla y perfecta. Y es así como me he ido leyendo este libro, a ratos, con la sensación de que quedaba con un amigo para hablar de la vida. De hecho, empecé a principios de este año y después de tantos meses, parece que ahora me falta su discurso en el café de después de comer o en la cerveza del fin de semana.

El tejado de vidrio es de esas lecturas que cuentan la vida sin novelarla, pero desde la realidad del que habla, por eso, a veces choca con la del lector y provoca el diálogo interno.

Podría definir más los temas, los espacios, los personajes o cualquiera de los asuntos de los que trata, pero quizás la gracia de este libro es comprobarlo por uno mismo. Cuando vuelves de una tertulia con un amigo es muy difícil definir los puntos de la conversación, aunque todos sigan resonando en tu mente.

En cualquier caso, aunque al principio el interés por leer este libro me vino porque están muy de moda los diarios que incluyen reflexiones, historias y aforismos como éste, el soliloquio de Trapiello en El tejado de vidrio resulta muy interesante y diferente, como dicen las críticas.

El autor en su página web lo explica así:

Este pequeño texto, reproducido en las contracubiertas, no explica mucho y lo explica todo de unos libros que se escriben como diarios y se publican, cinco, seis o siete años después, como novelas, tratando de buscar en la ficción lo que en su realidad les resultaba insuficiente:

“En las viejas casas había siempre un Salón Chino, un Salón Pompeyano, un Salón de Baile, otro de Retratos, cada uno empapelado o pintado de un color, con unos muebles apropiados y decoración idónea… En estos palacios españoles, un tanto vetustos y destartalados, había también un salón que llamaban de Pasos Perdidos. La casa que no lo tenía no era una buena casa. Era el salón donde nadie se detenía, pero por donde se pasaba siempre que se quería ir a alguno de los otros. Al autor le gustaría que estos libros llevaran el título general de Salón de pasos perdidos. Libros en los que sería absurdo quedarse, pero sin los cuales no podríamos llegar a esos otros lugares donde nos espera el espejismo de que hemos encontrado algo. A ese espejismo lo llamamos novela, y a ese algo lo llamamos vida”.

Y en la página web de Planeta añade la siguiente reseña sobre este tomo:

El tejado de vidrio es la tercera entrega de esta novela en marcha que su autor ha titulado Salón de pasos perdidos, en la que pasa de todo, menos, como ya se ha declarado en otro lugar, interesantes asesinatos en sórdidos hoteles. Lo único que se mata aquí es el tiempo que va pasando de una manera amena y sin tropiezos, como uno de aquellos viajes que se hacían antiguamente en diligencia. Estamos hablando, pues, de la vida, conjugada en todos sus tiempos, modos y personas: el humor, el relato, la suposición, el guiño, la poesía, una cierta mordacidad confiada a la ternura, las hipocondrías e ilusiones y todo lo que hace de la palabra contradicción la más humana de todas. Una de estas contradicciones, no la más menuda, es ver cómo este extraordinario Salón se ha ido llenando de lectores. Cada vez más numerosos, cada vez más solitarios y quizá por culpa de páginas como éstas, cada vez más orgullosos de serlo.

La imagen Andrés Trapiello de la cabecera está sacada de El Tajinaste.

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