Reseñas: Novela española

El juicio del agua, Juan Francisco Ferrándiz

“Pues así como el ser humano, cuando alcanza su perfección, es el mejor de los animales, así también, apartado de la ley y la justicia, es el peor de todos; porque no hay cosa tan terrible como una persona injusta con armas y poder.”

Con esta cita de Aristóteles comienza El juicio del agua y nos recuerda que alejados de lo justo podemos convertirnos en seres terribles. Lo que hoy en día nos parece correcto: tratar a las partes involucradas de manera equitativa y con el mismo valor, no siempre fue así. Juan Francisco Ferrándiz hace un estudio amplio y minucioso de cómo la humanidad a finales del siglo XII buscó la forma de volver al Ius commune, al antiguo Derecho romano, para acabar con las ordalías y los juicios injustos que beneficiaban solo a los poderosos durante la Edad Media.

Pero la cita de Política nos sobrecoge, como la que siglos después nos llega del filósofo inglés Thomas Hobbes: homo homini lupu, porque el ser humano influido por el odio, la avaricia y la envidia tiene una tendencia al mal que lo convierte en un monstruo para la sociedad. Es así como esta novela, ambientada a finales de la Edad Media, podría ser actual. ¿Cuántos hombres hoy en día abusan de sus poderes para conseguir lo que no es justo?

El juicio del agua es una novela histórica de casi 700 páginas, muy bien documentada, que narra el periplo que vive Robert de Tramontana, el Condenado, para sobrevivir a su pasado y buscar un futuro mejor para la humanidad y para sí mismo.

«En una gélida mañana de 1170, un juicio cruel sella los destinos de dos familias enfrentadas por la avaricia y los usos feudales. Según marca la tradición, los primogénitos de las dos casas, de apenas meses de edad, deben ser sumergidos en agua helada. El que se hunda será el escogido de Dios, y eso dará la razón a su familia.

Tras el lastimoso evento, Blanca, la hija del noble Ramón de Corviu, resulta elegida, y Robert de Tramontana, el Condenado, tiene que ver durante años cómo los vencedores se apoderan de todas sus posesiones. Pero, en esos instantes en que ambos lucharon por sobrevivir, nació entre ellos una unión especial e inquebrantable. Y a la vez, en el alma del perdedor germinó el deseo de alcanzar un mundo más justo, alejado de las supersticiones.

Años después, el joven Robert abandona sus tierras para dedicarse al estudio de las leyes en Barcelona y en la lejana Bolonia, mientras combate contra el odio y las traiciones de sus enemigos. El hallazgo de un antiguo libro lo convierte en pionero de una gran renovación y no está solo en la lucha; en su corazón viaja siempre el recuerdo de Blanca, la joven con quien compartió el infame juicio del agua.»

Esta historia conjuga el misterio, el amor, el derecho, la política y la lucha de poderes. Se divide en seis partes y estas en capítulos muy cortos que dinamizan la lectura como las series que vemos en las plataformas digitales. Además, el autor selecciona y dosifica muy bien toda la documentación de forma que se pueda entender perfectamente la trama, aunque el lector no entienda de leyes. Todo ello y su estilo, con una narración y diálogos impecables, hace que llegue a un público más amplio, a pesar de ser una historia larga.

Al principio se hace costosa la lectura porque la historia la cuenta un narrador omnisciente, pero a partir de la segunda parte el protagonista narra en 1ª persona, se dinamiza la acción y se hace más ligera la lectura. Ramón de Tramontana cuenta desde su perspectiva cada uno de los sentimientos y acciones que vive, lo que hace que te sumerjas mejor en toda la trama, a pesar de la gran cantidad de datos, personajes y hechos. Sin embargo, no es él el único protagonista en la novela. Las mujeres adquieren un papel muy importante en toda la novela, como es habitual en las obras de este novelista. En sus libros el personaje femenino siempre da luz y es clave en todas las acciones. Aporta grandeza al conjunto de la historia, por lo que esta novela sorprende mucho más al destacar el valor de lo femenino en una época que no era así.

Juan Francisco Ferrándiz es un escritor e investigador vocacional que pone sus conocimientos al servicio de la humanidad en busca de la bondad y la justicia en el mundo. Su carácter amable, cuidadoso e inteligente se ve reflejado en El juicio del agua, de manera que al acabar de leer la obra piensas que hay esperanza en construir un mundo mejor, más justo y ecuánime para todos. Porque a pesar de lo malo, la luz siempre brilla más. Quizás exista la baraka, como le decía Valence al protagonista en los primeros capítulos, y sea posible confiar en aquellos que la poseen y nos guiarán para cambiar el mundo.

– ¿Sabes lo que es la baraka? – preguntó al fin Valence -. En Tierra Santa, un buen amigo árabe me enseñó que cuando un hombre destina todo su valor, ímpetu e inteligencia a un fin loable, se derrama sobre él la baraka, una energía que fluye sin parar desde la divinidad hasta el alma y que lo impulsa con mayor fuerza a lograr su fin…

He conocido a pocos hombres que hayan alcanzado ese don – continuó el guerrero -, y todos tenían algo en común: al principio eran débiles y estaban perdidos, como tú, pero algo los hacía distintos.

– ¿Qué? – Pregunté sin ganas. Estaba disgustado.

– Una herida que sanar. El dolor es lo que mueve el mundo, y tú tienes mucho. (pág. 133)

 

 

 

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