Reseñas: Novela española

Noruega, Rafa Lahuerta

Rafa Lahuerta ha escrito Noruega por necesidad, porque la llevaba dentro y tenía que contarla. Los escritores como él no escriben para ganar premios o para codearse con la gente en los eventos literarios de moda. Lo sabes desde el principio, cuando en las primeras páginas intuyes que hay más historia detrás de las líneas y que la literatura rebosa el vaso. Lo fácil sería contarlo todo, pero perdería encanto. Se excedería en la narración. ¿Qué haces con todo lo que sabes? ¿Qué escoges? Sería interesante preguntarle al escritor de qué se ha desprendido para escribir Noruega. 

“Mi escritura se volvió críptica. Las palabras caían por una ladera imprecisa. Eran puñales de plástico. No cortaban el pan, pero sí la respiración. Una contundencia amarga anulaba el sentido. No había una comunidad de lectores que pudiera comprender aquella prosa sin argumento.”

Rafa Lahuerta, siempre en guardia, es un cazador de rincones y de relatos que no se ven. En su narración mezcla el espacio con el personaje para construir su historia. No se da el uno sin el otro. Y así nos cuenta lo que sucedió en los barrios del centro de Valencia en los años 80 y 90. Una época que, como otras, está enterrada y oculta debajo de las franquicias y las grandes plataformas que actualmente acampan en sus calles. Para conocerlas hay que excavar o destaparlas. Del mismo modo que nadie hubiera imaginado que bajo la escayola barroca de la Catedral había pintados unos ángeles al fresco, descubrimos que tras las tiendas de souvenirs y cafeterías de pan congelado que circundan al Mercado Central, había valiosos comercios que sustentaban la economía de las familias valencianas.

Noruega es el testimonio de una de ellas. Un chico, Albert Sanchis, cuenta su vida para justificar como un Lazarillo por qué ha llegado a su final. La narración en primera persona se dirige explícitamente en contadas ocasiones a un interlocutor que podría ser Elena, el amor de su vida, a cualquiera de nosotros, los lectores, o a él mismo, con la intención de entenderse. A la vez se describe la evolución de la ciudad, de manera que se reparte el protagonismo entre Albert y Valencia. Uno se refleja en el otro y no se entienden por separado. Recorremos Valencia desde la vespa de Albert y en sus paseos la ciudad se convierte en un símbolo, que se deshace como su vida.

De esta forma, el escritor rescata los años de un barrio del que se había escrito poco y lo recompone a partir de los personajes que marcan la vida de Albert Sanchis. Posiblemente lo más interesante de la novela es conocer la relación de cada uno con el protagonista. De hecho, mientras lees la novela deseas ser su amigo y te preguntas si eres el prototipo de persona con la que Albert querría relacionarse. Y a mí me surgían las dudas porque mi barrio, en el que vivía de joven en los mismos años que él en el suyo, es otro. De hecho, Albert describe l’Eixample y otros barrios con cierta distancia. Sin embargo, en muchos de estos lugares de Valencia convive con personajes que aun con rasgos diferentes, condicionados por el entorno, comparten las mismas debilidades y fortalezas que él. Lo humano iguala a los personajes. Hay posibilidades.

“Al entrar en el aula me dedicó la mejor de sus sonrisas. Fue el instante más luminoso de mi vida, saber que esa sonrisa era para mí.”

Quizás la literatura, que inunda la novela, lo explica todo. Los libros invaden la historia de Albert y le ayudan a sobrellevar la soledad que arrastra. Para entenderla solo le queda la lectura y la escritura con la que poder liberarse de sí mismo. Iba a saco, con un cuchillo entre los dientes.

Y Valencia… solo necesitaría de la intuición del lector para digerir y metabolizar sus metáforas.

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