Reseñas: Novela española

Quattrocento, Susana Fortes

“Es un placer tenderse desnuda sobre la hierba ya caliente
y buscar con los ojos entornados las grandes colinas
que sobrepasan los chopos y me ven desnuda
y nadie de allí se percata.”
Cesare Pavese
Quattrocento es una novela histórica porque trata un hecho histórico: el horroroso atentado contra Lorenzo y Giuliano de Médicis el quinto domingo después de Pascua, bajo una de las cúpulas más impresionantes de la cristiandad, una de las de Brunelleschi. A este atentado le sigue la no menos sangrienta venganza del primero de los Médicis contra sus enemigos, los Pazzi florentinos y sus aliados.
Quattrocento también es policiaca porque, a partir de la investigación de la Madonna del Nievole de Pierpalo Masoni, la becaria Ana Sotomayor y el profesor Rossi van desvelando quién estuvo tras la conjura del 26 de abril de 1478 y destapan las corruptelas que la propia Iglesia escondía desde entonces hasta el final del papado de Juan Pablo II.
Quattrocento, además, cuenta con el mejor escenario, Florencia. La mejor época, el Renacimiento. Los mejores intelectuales, Verrocchio, Botticelli, Leonardo da Vinci, Poliziano…
Vista así, esta novela podría resultar típica y manida, pero leer Quattrocento es como mirar con detenimiento un gran lienzo, decorado con escenas y personajes sobre un paisaje cautivador, donde el tiempo se para. No hay tiempo.
No sorprenden las historias, sorprende cómo las cuenta su autora. Susana Fortes las vas dibujando en paralelo, como si pintara dos cuadros clásicos. Sin embargo, las líneas paralelas rompen su ecuación exacta y se entrelazan. Los capítulos alternan las dos historias. Los pares son renacentistas, los impares actuales. En los primeros habla un narrador que todo lo sabe y que te adentra en la vida de Masoni y su discípulo. La narración parece más distante que en los impares donde la narradora es la protagonista, Ana Sotomayor, y que como ella dice, está absorbida por la investigación de los cuadernos de Masoni, hasta el extremo de sentir que pasea por las calles de la Florencia del siglo XV.
Cuando lees a estos personajes, a pesar de que los reconocemos en el siglo XXI vemos que son capaces de absorber, oler, sentir y respirar lo mismo que los personajes de abril de 1478. Su tiempo es el de los Médicis y el tiempo de los Médicis el suyo.
La escritora escribe con una paleta de colores en su mano y con ellos cuenta. Y describe cada detalle de cada escena, deteniéndose de una manera exquisita en todos los puntos. De manera que el lector es capaz de oler desde la fragancia de una camisa limpia antes de ser desabrochada hasta la densidad de la sangre negra corriendo por el suelo de una catedral. Es capaz de ver los anaranjados, los ocres, el amarillo venciano, los sienas, el verde veronés…
Esta novela me ha parecido una exaltación al arte, a la pintura, al misterio que la soberbia intelectual encierra. Es como si la autora me acercara a la Belleza totalmente desnuda.

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