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Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin

Lucia Berlin nació en el 36 y tenía los ojos azules. Mi padre nació en el 36 y tenía los ojos azules, a veces verdes.

Si miro la foto de Lucia de los años 50 me acuerdo de él. Carismáticos, atractivos, arrolladores. Luz. Cuando entraban en cualquier sitio no pasaban desapercibidos, eran luz.

Manual para mujeres de la limpieza no es una novela como pensé cuando me recomendaron este libro. Es una antología de relatos que parecen autobiográficos, porque al leerlos vas reconstruyendo la que pudo ser su vida. Una vida rocambolesca que Lucia te la cuenta como si nada y a toda velocidad, como un torbellino. Metáfora de su biografía. Luz.

Seguro que era de esas mujeres que no dejan de hablar y no quieres que paren porque están llenas de vitalidad. Me recuerda a Maribel, la madre de una amiga. Escribe como habla. Cuenta y describe cosas, anécdotas, personajes y vivencias mezclando lo trágico con lo más trivial, de manera que al engrandecer lo cotidiano, lo trágico de la vida se hace más amargo, aunque ella no le dé ninguna importancia. Habla, habla sin parar y cuando para, da un golpe seco. Corta. El final te da un bofetón. Es como si te dijera: “Espabila, no es para tanto.”

En uno de sus relatos contaba que su madre casi no escuchaba, miraba. La autora también mira. Se fija en todo. Desayunar, ver una telenovela, llevar un top sin sujetador, tomar un sándwich sin tostar el pan.

De hecho, sus ojos van narrando como una cámara de cine que juega con las voces del discurso. Se esconde detrás del narrador de cada relato alternando la 1ª y 3ª persona para ser más o menos creíble. Los narradores siempre son personajes distintos, porque como dice ella en un cuento, hay muchos puntos de vista para mirarlo todo. Incluso hay relatos polifónicos, donde puedes oír la misma historia en diferentes versiones. Y esto está bien que te lo recuerden los ojos azules. La vida no se puede entender desde una sola óptica. Es mejor mirar desde varias perspectivas.

La organización de los relatos sigue la misma dinámica. Ningún orden cronológico, ninguna estructura lineal. El juego de miradas te ayuda a unir las piezas del rompecabezas. Es como cuando hablas con tus amigos, nunca sigues una lógica en la conversación, sin embargo, un tema te lleva a otro y a otro, y vas ordenando. Aquí pasa lo mismo, en un relato entiendes lo que quería decir en el anterior. En otro reincide en una historia ya contada, pero ahora en voz de otro personaje y con otros detalles. Las historias se van completando y esto hace que su escritura y su narración sea más viva, ligera y trepidante.

El libro consta de cuarenta y tres relatos. Destacaría: “Mi jockey”, “Dentelladas de tigre”, “Toda luna, todo año”, “Buenos y malos”, “Inmanejable”, “Perdidos”, “Penas”, “Mijito”, “502” y “Bonetes azules”. Quizás porque para mí son más directos y la autora consigue secuestrarte los ojos para que estés dentro de la historia y sientas lo mismo que los personajes.

Sin embargo, algunos relatos no me han gustado. Exagera demasiado la realidad. Caricaturiza mucho a los personajes y me duele. Supongo que ése es el efecto que quiere conseguir. Que vomites, que te enfades y que sientas asco de la vida. Drogas, alcohol, cáncer, vida, muerte, cárcel, hospital, policía. Pero de repente, aparece un destello insignificante de belleza en medio del caos cuando te explica que los latidos del corazón, los orgasmos y las contracciones suenan al mismo compás. O cuando te hace imaginar cómo serán las personas por su voz. O cuando utiliza comparaciones tan sencillas como que limpiar una casa es igual que leer un libro.

Lucia está llena de vitalidad y lo que cuenta no parecen grandes odiseas, aunque narre las peripecias de la vida misma con fuerza y entusiasmo. Lo bueno y lo malo todo junto, igual que Homero, pero lo más importante, haciendo visible lo que pasa desapercibido. La belleza de lo insignificante.

Manual para mujeres de la limpieza es una antología de relatos, pero perfectamente podría ser una novela. La historia de cualquier mujer, a veces confundida, aunque fuerte, inteligente y por supuesto, real, como Lucia Berlin.

 

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